El actual territorio del Perú cuyo poblamiento se remonta probablemente a unos 20,000 años, fue la cuna de las primeras y más avanzadas civilizaciones del continente americano. Los primeros habitantes fueron cazadores y recolectores que dejaron sus huellas en Chiveteros, Lauricocha, Paijan y Toquepala. Posteriormente, aparecieron los agricultores seminómadas, cuyos vestigios se han hallado en Guitarrero, Chilca y Paracas, y los primeros grupos sedentarios (5000 – 2500 a. c.) a los que corresponden los yacimientos de Kotosh y Huaca Prieta, entre otros, que atestiguan la existencia de primitivas formas sociales. Sin embargo, fue hacia el siglo XIII a.C. cuando empezaron a desarrollarse las grandes civilizaciones preincaicas, que tendrían en la cultura Chavín su primera gran culminación.
Diferentes civilizaciones regionales que se desarrollaron como Chavín, Paracas, Mochica, Nazca, Tiahuanaco, Huari o Wari y Chimú, dejaron como herencia a los Incas un vasto conocimiento. El imperio incaico, cuya capital correspondió a Cuzco, fue entre los siglos XII y XVII el mayor Estado de la América meridional precolombina. Organizado como una monarquía teocratita, con una sociedad estratificada y un sistema productivo orientado a la satisfacción de las necesidades comunitarias, se mantuvo hasta 1532, año en que un pequeño grupo de españoles encabezado por Francisco Pizarro apresó en Cajamarca al inca Atahualpa, a quien hizo ejecutar al año siguiente, después de haber obtenido un valioso rescate.
La Muerte del soberano provocó un gran cataclismo en las estructuras del imperio, si bien Pizarro se mantuvo durante algún tiempo su ficción, reconociendo al inca Túpac Hualpa. Los indígenas, por su parte no tardaron en rebelarse ante los abusos de los conquistadores, pero las terribles matanzas desencadenadas por éstos les obligaron a buscar refugio en las altas cumbres andinas. La fundación de Lima, originalmente llamada Ciudad de los Reyes, en 1535, simbolizó para los españoles sancionar el fin de la conquista y el principio de la colonización.
La prosperidad del virreinato se tradujo asimismo en el desarrollo de una monumental y original arquitectura colonial, Desde el inicial estilo renacentista, con evocaciones góticas, las iglesias, conventos y palacios peruanos alcanzaron su esplendor con el florecimiento del estilo barroco, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente en Lima, Cuzco y Arequipa, ciudad esta donde se originó el llamado estilo mestizo o arequipeño.
El virreinato del Perú paso a ser, pues, una fortaleza irreducible del dominio hispano. Hasta que se produjo el desembarco en Paracas, en 1820, del general José de San Martín, quien al año siguiente entró en Lima y proclamó (28 de julio de 1821) la independencia. Sin embargo, esta proclamación no significó el fin de la guerra de emancipación, a la que más tarde se sumó Simón Bolívar. La acción conjunta de los ejércitos libertadores dio sus frutos en 1824, con las batallas de Junín y Ayacucho, cuando Sucre derrotó al virrey José de la Serna y puso fin al dominio español en el continente americano.
La consecución de la independencia peruana dio paso a un complejo proceso de organización nacional, que se vio constantemente perturbado por la inestabilidad política, la pervivencia de las estructuras socioeconómicas coloniales, la confrontación caudillista y las intromisiones de las grandes potencias extranjeras que pretendían suceder a España como metrópoli, y que en no pocas ocasiones alentaron conflictos armados con los países vecinos. Perú es hoy un país moderno y tradicional, orgulloso de su rico pasado y de sus raíces emerge el hombre peruano, representante de una nación cuya riqueza étnica constituye una de sus más importantes características.
0 comentarios:
Publicar un comentario